Diez Años

A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. (Oscar Wilde)


Hace unos días conversaba con un buen amigo, sobre la hora de empezar a realizar cambios en mi vida, de tomar nuevos rumbos y todo ese cuento que uno hace cuando se toma unas cervezas en una tienda*, pero para poder hacer ese tipo de cosas uno tiene que empezar por hacer una recapitulación de lo hecho con anterioridad, de los eventos que formaron parte de nuestras vidas y todas esas cosas que hacen los “grandes personajes” a la hora de escribir sus autobiografías.

En mi caso no es tanto una autobiografía o una cosa de esas, porque la verdad aunque mi vida sea una montaña rusa psicológica, creo que escribir sobre ese tipo de cosas pondría aún más en tela de juicio mi salud mental. Entonces a donde es que voy? Pues voy a hacer el recuento de diez años metido en una entidad oficial, como es el SENA.

Hacer un recuento de hechos es algo bastante jarto de hacer, así que la cosa va de manera más o menos sintética, empezando por la serie de eventos que hacen que un simple técnico de sistemas de 22 años termine en una entidad de gran tamaño como es ésta. Como ya muchos habrán supuesto mi entrada se da por un palancazo al igual que muchas de las personas que entran a la entidad, ya que el asunto aquel de los concursos esos para que nos planillen el puesto, se encontraban suspendidos muchísimo tiempo atrás.

Pero aunque parezca fácil la entrada la sostenida ha sido lo difícil, el empezar un contrato de 6 mesecitos, suscribiendo un contrato medio raro con el Convenio Andrés Bello, a empezar un proyecto bastante ambicioso, de cambiar de una oficina con 20 gatos a una entidad con más de 7000 almas en sus huestes, de pasar de tener un sueldo de esos de andar al ras, a tener un ingreso algo más oneroso, siempre para un cagón acostumbrado a cosas más austeras representa un cambio algo radical.

Al interior de una entidad oficial se sienten bastante los cambios que se gestan con las personas que supuestamente nosotros elegimos para administrar nuestro país, los regionalismos son muy marcados, e incluso las filiaciones políticas, un ejemplo para ir contextualizando el asunto, en el año 2000 en la dirección del sena se encontraba el opita Tulio Arbeláez Gómez, y pues como buen paisano muchas personas contratistas, y era muy curioso el verse rodeado de acentos a lo “Celio”. El caso es que al llegar el “purasangre” paisa a la casa de Nariño en el 2002, mandando a tomar las riendas de la entidad en aquel entonces al “doctor gordito”, la cosa cambió; yo andaba ya dos años de contratista, ganándome la misma cantidad que cuando entré, y con una tarea a medio hacer, cuando el ambiente cambió radicalmente, los opitas fueron mermando gradualmente, mientras la cuota paisa crecía como espuma, junto con la costeña (aun no entiendo la conexión pero ya estoy haciendo pesquisas al respecto), lo cual enrareció el clima institucional; fenómeno que sucede cada cuatrienio, con esta excepción. La verdad debe ser muy molesto y muy incomodo para cualquier trabajador, que llegue un nuevo jefe y sin más argumentos que una ideología política, tilde a los antiguos, de malos trabajadores o de corruptos, lo cual desmotiva a cualquier persona.

El caso es que al parecer a los nuevos administradores les gustó el trabajo que se venía haciendo, y nos dieron el chance de continuar, con todo y un nuevo cambio a lo que se venía haciendo... Ustedes saben, nuevo jefe inventa nueva rueda.

Y así pasaron otros dos años... llega el 2004, con su remezón administrativo, se suponía que lo que se perseguía era la reducción de costos administrativos en el estado, algo así como tratar de abaratar los costos de administración de este negocio, el caso es que en septiembre de ese año de la nomina estatal salió un jurgo de gente; en el caso del SENA, donde mediante plumazo llano, salieron de la planta algo mas de 500 funcionarios; cabe resaltar acá que los mochados no fueron los cargos profesionales, asesores y demás, sino los del rango técnico y asistencial (Instructores, secretarias, asistentes administrativos y demás) es decir que se mochó por el lado de los que ganaban menos dinero pero que necesitaban más el trabajo, y se conservaron los que eran más onerosos e innecesarios (a mi concepto).

Por cosas de azar administrativo conservé mi puesto, lo cual es otro de esos golpes de suerte que la gente suele tener, aunque este era un pequeño indicio de lo que se venía.

Debido al recorte y demás de la planta, el cuerpo de contratistas empezó a crecer como espuma, de hecho hoy en día (antes de ley de garantías) la cosa es bastante notoria, pues con cada director de área que llegaba llegaban contratistas nuevos, la verdad me sentía como el viejo en un salón de clase lleno de imberbes, y yo siendo el más pipiolo en edad. El caso es que se tenía que cuadrar aquello de la reelección y los congresistas estaban pidiendo como pidiéndole al niño Dios (supongo yo), lo curioso de esto no era que llegaran los contratistas, lo curioso era como uno podía escoger; era como un niño en frente de una canasta llena de dulces, es así como un equipo de desarrollo se llenó de bellas chicas, a pesar de ciertos hechos hubo un beneficio para la institución y era la llegada de gente joven (no todo puede ser malo huh?).

Ya reacomodada la cosa se supondría que llegarían a apoyar a todo mundo, he ahí una de las muchas enseñanzas de mi paso por las instituciones estatales. “Si lo contratas es tuyo”, yo no había vivido esa situación pues las personas que me habían contratado se habían marchado hacía tiempo, y como dije antes, me dí las mañas para poder conservar el puesto, el caso es que debido a quien sabe que ambiente bipolar reinante en la institución, se empezó a rotar de directores de área como si de un juego de cartas se tratara. De hecho es otra de esas prácticas rampantes hoy en día, en estos últimos años, la cosa aunque marche correctamente, a nivel laboral es una cosa bastante ajetreada, un área que haya tenido en los últimos 4 años 6 directores, no es una cosa como tan presentable que digamos, y no es que el encargado no haya dado la talla, sino que todo requiere de un proceso; por ahí bien se dice que “nadie nació aprendido” y en un cargo directivo la cosa aplica mucho más.

En lo personal, creo que estos 10 años de servicio a ustedes, queridos lectores me han formado en cosas que al principio no poseía como persona y como profesional, me ha dotado de paciencia, si no, hagan el ejercicio de atender a alguien que venga con la predisposición a que lo que uno hace no sirve.

Me ha servido para mejorar mi humor; el que siempre hagan chistes que uno como servidor público es flojo y morrongo es bien molesto hasta cuando uno coge esa vena humorística.

Me ha servido para mejorar mi léxico grosero; el tener que trabajar como las meretrices (con el cliente encima) ha hecho que mi repertorio de improperios haya mejorado bastante, y tenga que hacerle ajustes a las reglas matemáticas por las cuales estos se rigen.

Me ha enriquecido intelectualmente; el andar pendiente que ninguna entidad de control te respire en la oreja, ha hecho que lea y memorice cuanto artículo, ley decreto, o pendejada legal tenga que ver con mi quehacer diario, incluso con lo que nada tiene que ver, haciéndome algo muy cercano a “experto en normatividad estatal”.

Me mantiene con una sonrisa en la boca; eso de ver las tiernas cagadas que comenten los directivos solo por quedar bien con el jefe, es muy divertido, aún cuando implican un golpe duro a lo que es mi ritmo cicládico.

No puedo decir que estos 10 años han sido malos para mí creo que han sido una de las mejores experiencias que he podido tener como persona y como profesional, no sé si continúe más tiempo en este chuzo, creo que eso depende de externalidades, el caso es que aunque, la gente crea que uno la tiene fácil porque estar metido acá viviendo de los impuestos, la cosa en últimas no es tan fácil, eso del compromiso frente a los cuarenta y pucho de millones de colombianos es una cosa complicada de asumir, y cuando uno se mete en esta vacaloca hay que tener el ánimo dispuesto a seguir.

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