En el cheto

Después un fin de año tan atropellado, pasado de dolores de cabeza (y no era guayabo precisamente), vengo a hacer un poco de nostalgia. Espero no estar tan tullido en eso de la redacción y esas cosas, para que el ejercicio salga bien.

Gracias a nuestro querido alcalde he hecho bellas remembranzas de hace más o menos unos 10 años, cuando era un chico feliz y vivía silvestremente beodo. en ese entonces trabajaba en el centro, y vivía en el suroccidente de la ciudad, eso de la travesía buseteril era un asunto que realmente era un quebradero de cabeza, bolsillo y sueño para muchos, los que a eso de antes de las 6 de la mañana teníamos que estar pendientes de casi saltar hacia las puertas de aquellos buses Marca International, o las aun vigentes busetas Dodge, e incluso de los tristemente célebres “cajas de bocadillo”, los cuales siempre evitaba porque el asunto de pagar el importe del pasaje requería un ejercicio abdominal bastante complicado y siempre terminaba casi de panza encima del ardiente motor del armatoste ese.

Vienen a mi memoria montones de situaciones vividas en el transporte público subsidiado, con sus buses y su loguito TSS en verde a un costado, aún recuerdo cuando corría raudo a coger una de las incipientes busetas “ejecutivas” que me llevaban desde mi casa rumbo al INEM de Kennedy, pues eran las más veloces, lo que me aseguraban el no llegar (tan) tarde y poder saltar la barda y entrar a la segunda hora. Recuerdo aquellos buses amarillos con aquellas ventanas verticales mochadedos, había uno de éstos, muy especial que la verdad recuerdo con bastante cariño; el vehículo este tenía un problema serio en su carrocería y estaba inclinado hacia su costado derecho, el conductor, un señor con sus buenos años en ese entonces, era ese conductor de antigua usanza, con su sombrero en paño y todo. Una de las cosas que más me llamaba la atención era lo cuidado del mecanismo de apertura de la puerta de adelante (era de palanca). El resto del bus estaba hecho añicos, aquellos que se hicieran en las escalinatas podrían haber caído y haberse espichado hasta el alma en medio de las llantas, era más seguro pararse en las sillas que sentarse en ellas, y a eso súmenle catervas de muchachitos de colegio jugando en el bus, para incomodidad de los mas adultos, (lo que hacían, hacen y harán para ahorrar dinero), ya que en ese entonces aquel pasaje valía apenas 100 pesos. Recuerdo que me afanaba por coger buen puesto en la parte de atrás para poder salir airoso de las famosísimas “mechoniadas”, y “solfas” que se gestaban en esa parte. No importaba si eras conocido… Sólo tenías que vestir el buzo azul y los jeans azules para ser potencial víctima; eran unos bellos violentos tiempos donde el narcotráfico nos totiaba a punta de bombas y nosotros nos totíabamos a punta de verlón (creo que aun sucede ¿o no?).

Luego aquellos buses amarillos se vieron desplazados por los buses blancos (los confusamente llamados intermedios.. Que de intermedio no tenían sino el nombre), o las busetas ejecutivas, incluso para los ricachos había un upgrade de las cajas de bocadillos: el bus ejecutivo, en el cual todo era por lo alto (incluso los tubos para poderse sostener), ya la cosa no sería igual, ya no podríamos jugar en el bus, ya el viejito no sonreiría, era hora de crecer, cambiar el jean azul rey y los verlón por las marcas que iban llegando en aquella apertura económica que no solo abrió nuestra economía sino que nos partió la cabeza y nos la abrió a todo lo bueno y malo del planeta, ahora teníamos que ser masivos, empezar a espicharnos los unos contra los otros en el bus, perder esa noción del espacio vital y reemplazarla por la arrimadita vital, el juego en la silla por la esquivadera de genitales recostados en nuestros hombros, o a ver quien arrugaba más el hocico con el golpe de ala de algún pobre oficial de construcción molido de trabajo.

En ese entonces la única opción que nos quedaba no era sino dormir, en el día y en la tarde, cuando el día se calentaba a más no poder, o cuando hacía un frío quiebrahuesos, era la salida de nuestras consciencias a un mundo cada día más deshumanizado, podías acompañarlo con música fuese propia y personal, o al son de lo que el conductor, o su ayudante colocara en el pasacintas del vehículo, y cada vez dormíamos más, no porque nos diera más sueño sino porque el mismo trayecto se iba haciendo más largo, es como si la expansión del universo aplicara también a nuestros hogares a nuestros sitios de estudio o de trabajo, ese tiempo de sueño se convirtió en nuestra hibernación a un invierno plagado de cornetas, ruidos de motor y olor a diesel mal quemado.

Queríamos reducir ese tiempo de hibernación, así que quisimos optimizarlo y creamos un nuevo artilugio mecánico para transportar nuestras vidas, sueños, esperanzas, premuras y ansiedades. Ahora unos despreciaban el antiguo bus, otros despreciaban el nuevo, cada uno con sus razones (validas para ambos lados si se mira el panorama completo), en un intento desesperado de hacer más efectivo el uso de nuestro tiempo, sin tener en cuenta que el ser humano por naturaleza nunca va a aprovecharlo.

Hace unos días con el coso ese de la no restricción del pico y placa volví a experimentar esa hibernación, ese volver a dormir; mas fué un sueño intranquilo, muy diferente de aquellos que experimentaba camino a la universidad hace ya unos buenos años, ya no es plácido, ya no es un “motoso” de bus; ahora, es el resultado de la fatiga de un día atroz con el ser humano, la única respuesta que aún tiene nuestra mente cuando se siente presionada y agobiada: simplemente se apaga. No disfruté ese sueño, extrañé esos días en que dormía apoyando mi barbilla en la maleta, añoré la algarabía de los pelaos en el bus, ahora solo vi autómatas asomados en la ventana, como si fuésemos calcomanías de algún producto, pegados en el bus.

El andar metido en un cheto alrededor de 4 horas diarias es el tener una vida dentro de ese lapso de tiempo, una vida en la que somos distintos al resto de lo que somos en el resto del tiempo, no somos conscientes de nuestra vida de pasajero, de hecho desaprovechamos ese tiempo, ya simplemente nos cerramos a ese ese mundo de arrimaditas vitales, arrimaditas genitales en los hombros, golpes de alas, bolsas rompe costillas, ladrones, gritones, lectores, jugones, ebrios y amantes impúdicos...

Comentarios

Unknown dijo…
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

Entradas populares